sábado, 10 de mayo de 2014

Símbolo, Creatividad y Metáfora 2/4

SÍMBOLO, CREATIVIDAD Y METÁFORA. 
Una distinción estructural


“Habría entonces –y como colofón- que preguntarse si el análisis, ese producto casi casual de nuestro siglo, no deba abandonar la aristocrática y privilegiada posición en la que todavía se encuentra, y no tenga, por el contrario, que proponerse como modelo paradigmático del encuentro humano suscitador de enriquecimiento psíquico."  Mario Trevi

El hecho de hablar aquí de funciones en estrecho parentesco, especialmente si las traducimos en el espacio del proceso psicoterapéutico y del lenguaje que empleamos en él, no significa en absoluto que propongamos una visión en la que se confundan los conceptos de símbolo, metáfora y creatividad. La naturaleza del símbolo, con su particular despliegue entre lo visible y lo invisible, con ese suyo ser parte que incansablemente remite a un todo o a aquella otra parte sin la cual cualquier totalidad no sería más que virtualidad tendencial, no asemeja al acto creativo, que se instaura en un territorio sin objetos, haciendo florecer una novedad precisamente allí donde la experiencia, aun cargada de tensión auroral, no es representable más que con los conceptos de desierto, vacío u otros similares, ni asemeja tampoco a las connotaciones de la metáfora, donde, aun por un solo instante, se suspenden por lo menos figuradamente los significados derivados de nuestros códigos de comunicación, se superan y, finalmente, asumen –a través de un andamiento consensual- otro significado distinto respecto del terminológico de partida, otro significado cuyo valor no es extraño al hecho de instalarse precisamente sobre un territorio sin códigos fijos ni fronteras definidas por convención.


Como quiera que sea, no es ésta la ocasión para destilar estos conceptos en abstracto, esto es, para tomarlos en consideración de manera de aclarar qué sean o no sean en realidad, cuestión a la que otros (Cassirer, Trevi, Todorov, Galimberti, etcétera) han dirigido su atención alcanzando a dilucidar sus mínimos particulares. Nuestra perspectiva pertenece sobre todo a un campo de interrogación, más precisamente aún, intentamos adentrarnos en las preguntas: ¿a qué responden el símbolo, la metáfora, la creatividad?, ¿es verdad que responden a aquel quantum de energía, a aquella excedencia libídica que, al menos por lo que respecta al símbolo, ya había sido mencionada por Jung? Adentrándonos en estas preguntas, y convencidos de la dificultad de alcanzar una conclusión satisfactoria, hemos seguido preguntando, quizá de manera limitada y dialógica: ¿y la conciencia, condición necesaria (también eso mencionado por Jung en el caso del símbolo) para que aparezca y sobre todo para que sea aferrada la esencia de estos tres conceptos, cómo se dispone frente al símbolo, a la metáfora, a la creatividad? ¿A qué fin tiende? ¿En qué condiciones se coloca? 

Frente al símbolo, la conciencia nos aparece bañada por un carácter de alusividad. La conciencia mira alrededor suyo y recoge la presencia de alguna cosa, objeto, imagen, sonido, etc., y recoge esa presencia como una presencia tremendamente alusiva de otra presencia virtual con la que está relacionada bajo el influjo de la posibilidad de expresar –al menos figuradamente- la idea de completud, de totalidad. Cuando la conciencia interpreta el hecho de captar presencias en cuanto partes de un todo (inaprensible en ese momento, pero susceptible de ser en cualquier caso dentro del orden de la posibilidad), henos entonces ante una conciencia orientada hacia el símbolo. El alcance de ese modelo interpretativo de la conciencia no se le escapa a María Zambrano. Nos dice, en el De la Aurora: “Si la piedra es sólo esta piedra que veo, si mi ver no la mira trasponiéndola en algo que está bajo ella, en algo que la soporta y la oprime, en algo que imprevisiblemente, en un movimiento ascensional, la hace templo, copa del cielo, el hombre, y aun quizá todo lo viviente, se queda sin lugar”.

La conciencia capaz de acoger las cosas que le están delante con un sentido de provisionalidad, es una conciencia tensa, que no se deja persuadir por la simple apariencia definitiva de las cosas. Es por ello que no pierde su lugar, a pesar del interés y la atracción que siente por el objeto. De ahí la apertura interpretante de la conciencia hacia eso que todavía no es, pero de cuya posibilidad la conciencia está preñada; de ahí la carga alusiva que asumen las cosas visibles, de improviso preñadas –en el sentido treviano- de cuanto de invisible las completa.

Veamos ahora cómo se coloca la conciencia frente a la creatividad. En este caso la conciencia nos aparece, probablemente después de un vaciado de objetos, más sola que nunca. Entonces la conciencia mira a su alrededor y, no viendo nada puesto que todo significado ha sido suspendido, hace aparecer, precisamente en el vacío por ella misma creado, un objeto nuevo, novedad que será tal en la medida en que surge sin interpretaciones previas. La conciencia orientada en el sentido de la creatividad, pues, no necesariamente va a inventar objetos nuevos, ya que éstos pueden convertirse en nuevos también y sobre todo como resultado de la previa desertificación de la conciencia. Casi podríamos decir que la conciencia está situada en una especie de momento cero, por el cual todo objeto que aparece deviene creativo al estar cargado de un significado completamente nuevo. Ese significado nuevo se manifiesta en la posibilidad que tiene el objeto creativo de conectarse o de combinarse con otros de una manera diferente a la que se conoce hasta ahora.

Para que exista creatividad, debe existir ese repliegue de la conciencia, esa interrupción de su flujo operativo, hasta situarse en una posición y en una disposición muy alejada a la de su mundo habitual. Es ahí que las interpretaciones que se han usado hasta ahora dejan de intervenir. Interviene en cambio aquel instinto de juego del que habló Schiller, o quizá una especie de andamiento errático, de ir a tientas dentro del espacio reflexivo, a la búsqueda de algo no bien determinado pero que sin embargo es capaz de atraer con fuerza el interés del sujeto. La libertad creativa es esta libertad de la conciencia de interpretar de otra manera, partiendo del espacio vacío; es también la libertad que se espera de desarrollar cuando se abre el juego, y donde las funciones del buscar se sitúan claramente por encima de la estabilidad de vivir fundándose en lo ya conocido.

Por último, veamos ahora la posición de la conciencia respecto de la metáfora. Frente a la metáfora, la conciencia se halla instalada en una profunda incertidumbre, producida por aquel transferir el sentido de las cosas hacia otro espacio (de metaphorein, transferir). El material que es expuesto a la mirada consciente ya no pertenece a la sedimentación de los códigos de comunicación. En la metáfora, las cosas ya no son las cosas, y el significado de las palabras no depende ya de la propia y convencional adaptación al consenso establecido por los códigos al uso. Y a pesar de esto, a pesar de esa incertidumbre por la cual las palabras esquivan el uso común derivado de la convención, la conciencia se dispone a empujarse hacia el espacio metafórico con el ánimo de quien se espera otro tipo de consenso. En realidad, la metáfora aparece siempre en presencia de un Yo/Tú, sea este tú otro sujeto colocado efectivamente delante nuestro, o acaso simplemente se trate de un otro tomado como referencia virtual de la operación metafórica.

La conciencia se adentra así en un territorio donde el consenso respecto al significado de la comunicación deberá ser pactado o consensuado entre el yo y el tú más allá de las reglas al uso. La conciencia trata de esa manera de hallar un consenso vivo, alejado de las reglas generales, dando escucha a la posibilidad de nombrar las cosas según criterios propios de naturaleza individual. El alcance de esta posibilidad –a nivel individual- no se le escapa a Hans Georg Gadamer, cuando nos dice, en Verdad y Método: “El que habla una lengua que nadie entiende no habla en realidad. Mas, por otro lado, el que sólo habla una lengua cuya convencionalidad se ha hecho absoluta en la elección de las palabras, en la sintaxis o en el estilo, pierde la capacidad de interpelación y evocación, que sólo es alcanzable por la individualización del vocabulario y de los recursos lingüísticos”. Del mismo modo que no se le escapa a Hannah Arendt la valencia cultural y hermenéutica de la operación metafórica, entendida como un espontáneo florecer del significado de los términos directamente de los sentidos, significado que resulta ser, así, muy diferente del que se produce en la operación alegórica. Nos dice en El Pescador de Perlas, su bellísimo ensayo dedicado a la figura de Walter Benjamín: “La metáfora instituye una conexión que es percibida por los sentidos en su inmediatez y no exige interpretación, mientras que la alegoría deriva siempre de una noción abstracta y después inventa algo tangible para representarla casi según su propio gusto. Hay que explicar la alegoría antes de que adquiera significado, hay que encontrar una solución al enigma que presenta, de tal modo que la frecuentemente laboriosa interpretación de figuras alegóricas recuerda siempre a la mente más bien la solución de una adivinanza, incluso cuando no es precisa más inventiva que la necesaria para representar la muerte con un esqueleto. A partir de Homero, la metáfora ha portado consigo aquel elemento de poesía que comporta conocimiento; su empleo fija las correspondencias entre objetos físicamente muy  alejados, como cuando en la Ilíada el asalto lacerante de miedo y dolor sobre el corazón de los Aqueos corresponde al asalto combinado de vientos del norte y del oeste sobre las aguas sombrías (Ilíada IX, 1-8); o cuando el avance del ejército que va hacia la batalla compañía tras compañía corresponde a los largos flujos del mar que, empujados por el viento, se forman mar adentro, se acercan a la orilla uno tras otro para luego abatirse como un trueno sobre la tierra firme (Ilíada IV, 422-28)”.  (Clic aquí para seguir leyendo 3/4.)


Autor: Dr. Ricardo Carretero G.
Relación para el X Congreso del Centro Italiano di Psicología Analítica C.I.P.A.
5-6 de Febrero del 2000,  Roma

Infórmate sobre su próxima conferencia: El Nacimiento de la imagen creativa.

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